Manifiesto

  1. El escritor debe ser libre. No debe atarse a ninguna corriente literaria ni política.
  2. El escritor de raza escribe como escribe porque así lo elige, no porque es la única manera en que le sale. La exploración es una condición sine qua non.
  3. El escritor no puede dejar de escribir. Si alguien se lo pidiera, por las razones que fuera, lo estaría obligando a un suicidio. Nadie debe esperar que un escritor deje de serlo. Es la mayor forma de violencia que existe para la literatura y para los hombres y mujeres que eligen esta profesión.
  4. Si una persona lee, es un lector. Si una persona lee y escribe, es un escritor. Si una persona escribe solamente, pero no lee, es un imbécil.
  5. El escritor no devuelve favores literarios, no opina favorablemente de otros escritores solo porque lo halagan, difunden sus textos o lo acompañan en el camino de su obra. Eso lo convierte en mercenario y no existe hipocresía mayor ni nada que perjudique más a la literatura. Esto es aplicable también a quienes prologan los libros de otros.
  6. Escribir es una actividad tan noble como levantar una pared o llevar las cuentas de una multinacional. Escribir no asegura un lugar en el Olimpo, no convierte en mejor persona ni da derecho a despreciar a otros. Escribir es una actividad como otras, que se puede hacer mejor o peor, se puede uno volver  famoso o no, pero nada más.
  7. El escritor piensa en el lector. Siempre.
  8. El escritor tiene un solo y único compromiso: dominar profundamente la gramática y la ortografía de su lengua. No hay excusas válidas para la ignorancia. Así como a un carpintero se le exige que sepa usar el cepillo y el formón, al escritor se le exige que conozca su idioma.
  9. La vida personal del escritor puede aparecer en su obra, pero la obra no debe explicarse mediante una biografía. Si la biografía es necesaria para comprenderla, entonces la obra es deficiente y el escritor, malo. Ese es un análisis superficial y chismoso, más propio del periodismo amarillista que de la literatura.
  10. Se espera que el escritor difunda desinteresadamente los textos de aquellos pares que se destaquen por su estilo. Esta acción debe ser puramente generosa y solidaria y es parte del compromiso que el escritor asume ante la literatura. Lo bueno, como el pan, debe compartirse con otros; no se le debe negar a nadie, sea quien sea, piense lo que piense, crea en lo que crea y sea del color que sea.
Verónica Andrea Ruscio
Buenos Aires, 18 de junio de 2011

Web construida con WordPress.com.

Subir ↑